LA ENCAMISADA

http://laencamisadadejordi.blogspot.com.es/ LA ENCAMISADA..."PASA REVISTA A LA HISTORIA".

lunes, 1 de enero de 2018

"EL JORAIQUE"


"SOBRE DESOREJADOS, CORVOS Y MUDOS". UN TERCIO DE RELATOS (XVII). 

Salimos siempre escondidos del sol, cuando el vapor surge del suelo y se eleva ocultando nuestras estampas. El silencio desbaratado por el crujir de la traviesa que da vida a las ruedas del carro lleno, y los golpes de los cascos que como antaño alientan la cadencia de los galeotes. Unos a su fachada, otros a su zaga  empujamos el peligroso acopio entre la niebla  que parece apartarse ante la silenciosa congregación.
            La giba del carretón no presagia buenas noticias, pues la abundancia por aquí sólo es de hambre y pobreza  y ésas mercaderías son inmateriales y cada uno la suya porta en la proporción que no se ve. Tampoco el fornido auriga que conduce el porte nos hace bien, pues el que dirige es conocido por estos territorios como hacedor de carne, por eso le techamos de sayo encubierto que evite ver sus trazos de cochino.
Desta manera y otras que más adelante diré nos dirigimos al campamento para dar de comer a nuestra famélica mesnada de soldados sin soldada. Espero que llegando dos días recibamos la visita de algún ojeador del nuestro ejército, que nos alerte de la presencia de herejes o emboscados, mientras, evitamos las urbes y otras poblaciones eligiendo de las más las peores trochas que nos retrasan pero refugian.
–A este paso nosotros mismos mermaremos las viandas por lo largo de los días –Dijo el Calatravo mientras movía sólo el belfo debajo de su sombrero. Le contesté para no desanimar a los otros –No te preocupes amigo, que más largos se hacen las jornadas de no haber pan, disfruta del viaje que ya volveremos al poco comer y mal vivir. Los días largos las jornadas certeras.
Así comenzamos a imaginar qué soldado sería confiado a llevarnos seguros en las próximas jornadas. Acuña postulaba por uno que de mozo sirvió a otro hidalgo muchos años y que no hablaba sino gruñía de la estocada que en la garganta padecía, y es que sólo gemía, gruñía, a cada vez que hablar pensaba. Hacía de rodelero en las escuadras y su porte fino y achaparrado le hacía parecer un demonio entre las picas, demonio oculto debajo de su Rodel, amagaba y daba a los que finaba, y éstos no acertaban a ver por don les venía la muerte.
Contaba Acuña que mucho le conocía, que pinchó una vez a más de cincuenta cerca de los Francos Condados, y que anduvo varias veces embarcado por aguas de la berbería. Embarcado fue donde un galeote moro con la punta de una uña acerada le produjo su afonía quedando afásico de por vida pero con la virtud de la ira en la garganta prendida, pues a cada cuchillada o mandoble que éste inicia le acompaña el mismísimo sonido del diablo, gemido que de espanto llega hasta las almas de sus martirizados oponentes haciéndolos doblemente herida, una de carne y otra de vida.
El Aznalfaracho lo había conocido bien según comentaba, decía que una noche lo acompañaba encamisado en la noche para el día.  Cuenta mientras trota, que lo llevaron con la creencia que por mudo ningún sonido produciría, así de este modo serviría, y en llegando a la casa de los discrepantes y antes de poder encender la torcida, el gemido del mudo en todo el orbe se oía, y los oponentes corrían y corrían mientras el mudo gemía.

–¡Vive Dios! que no sé qué demonios aquel hombre le decía pero aquellos corrían y corrían como si al mismísimo Bercebú les perseguía, tanto galoparon que no dióme tiempo a sacar mi daga de la espalda ni a los otros que me acompañaban, y de esta manera quedamos encamisados sin antagonista que despachar pues el pequeño rodelero los había ahuyentado.
El cochino escuchaba pero no decía, y así le dije –¿Escuchas Alvar?, el soldado gruñe como vuestros cochos pero éste mata, no así como los otros. – De debajo de la capa el vivandero me contesta sonriendo –Espero que sea ése quien nos acompañe, ya sabéis que gusto de la muda compañía de animales, no de vos, no confundáis noche por día. – dijo el vivandero mientras escondía temeroso lengua y cara debajo del capirote.
–Jajajaja – el Calatravo comenzó a reír mientras la tarde nos sorprendía.
      Y a la tarde la noche seguía, entonces paramos para hacer morada del campo y sobre una pequeña explanada nos extendimos en rededor del carro para así dar cara a cualquiera que por todas partes viniere.
Con las caras encendidas del fuego placentero, de nuevo en la conversación salió la presencia del que será nuestro cabecilla en las trochas, y todo a propósito del gemido de alguna alimaña.
–¡Parece que ya ha llegado nuestro compañero¡ – gritó Cano animado por el vino, Y el vivandero menos divertido, dijo –una Lechuza ha sido, que otro ser no puede sino emitir semejante sonido.
–Como ser podría el soldado que os digo, sabed que en la milicia no son pocos los mermados de sus capacidades, el soldado solo presenta tres estados, muerto, vivo o mal zurcido. De entre los últimos, muchos parecen criados en otros mundos, los hay sin ojo que parecen hijos de Polifemo, con una sola mano, desorejados, corvos y mudos.
Todo el mundo escucha el tenebroso relato de Cano sobre los soldados siniestros, y continúa diciendo –Otro que desorejado quedó a mordiscos de un intrigado, lleva siempre los apéndices cercenados colgados junto a la ceñidura, y cuando ademán hace de sacar la tizona se ven junto a ésta las dos orejonas cimbreantes.
Otro, que la faz dejó distorsionada por el fuego de pólvora siempre va embozado y calado de pañuelo a la nuca, dejando ver solo los ojos desnudos de pestañas y su mirada oscura.
De nuevo el ruido suena parando el parlamento de Cano, entonces mirando a los congregados les digo.: Temed más a los mermados que a las alimañas, que por causa de su carencia se vuelven esquivos y hoscos hacia los hombres, cambiando su naturaleza virtuosa por otra menos piadosa, arremetiendo contra todos a los que acusan de su desdicha.
Así pasamos la noche, o más bien pudiera decir que la soportamos, pues el Vivandero asustado de nuestras palabras resoplaba azarado mientras dormía, y hablando en sueños decía –¡dejadme engendros maliciosos! mientras rodaba sobre su espesa barriga y Cano en viéndolo gruñía –¡griiiiiiggg!. y esto hacía que el “Porc” más  fiero se movía, y daba patadas, y puñadas mientras entre la frazada tomaba como escudo que le protegía...



"EL JORAIQUE"

Me presento nuevamente ante ustedes mis preciados inquisidores, tras mi involuntaria ausencia, retiro forzado de las redes que no de otros menesteres.  Ya se sabe que las obligaciones matan a la devoción, pero irremediablemente mi mente sigue en sus distracciones  aún en los momentos en que ésta debiera encontrarse a otras cosas. Como D. Alonso Quijano mi mente se evade de la realidad y comienza a cabalgar por las llanuras de la Mancha, engañada la razón todo parece menos tedioso y te prepara mejor contra el embate de la terrible cruceta. Esta práctica –como al caballero de la Triste figura –nos otorga a los infectos de la desmemoria una fama de locos o despistados  de la que es difícil despojarse y nos fuerza a procesionar como  acólitos de la Hermandad de los Absortos.

Cada vez cuesta más zurcir palabras y no he de negar que fueron varias las acometidas desde entonces las que se tornaron en retirada, pero vuelvo, vuelvo de nuevo  con ganas de CONTAR o mejor esta vez podría decir que con ganas de CANTAR.
De CONTAR y CANTAR versa esta Encamisada repatriada de la retaguardia, algo que casi se ha perdido entre los soniquetes reiterativos de las tonadas actuales. Las letras de las canciones que antaño contaban historias ahora parecen ser los cooperadores necesarios del delito. Los Juglares en su versión menos pintoresca y lúdica servían como verdaderos vehículos pedagógicos haciendo llegar a las mentes menos roturadas por el arado de la erudición hechos y circunstancias que jamás llegarían a sus mentes constreñidas al oscurantismo. Cantares de Gesta, obras líricas o épicas llegaban hasta sus mentes embarcadas en melodías o empotradas en las métricas más o menos capaces de sus versos. Una de las funciones de la creación artística es servir como vehículo de la cultura, así yo lo entiendo y la música es uno de sus mejores trajinantes. La música actúa como las figuras de piedra esculpida en los pórticos de las antiguas catedrales, de un golpe de vista la historia inerte entra en nuestro cerebro.
La historia también viaja en la música actual, así lo pude comprobar gratamente hace unos años. En el interior de un disco encontré casualmente –como suele suceder con todos los tesoros –una canción cuya letra parecía narrar hechos ciertos acaecidos en las costas de Almería en tiempos del Rey Felipe II. La melodía escrita con el gusto lírico de antaño, narraba la azarosa vida de Alonso “El Joraique”, facineroso berberisco que a golpe de alfanje y Jabeque, unas veces desde las sierras, otras desde el crepúsculo de las costas, aterraban a los desasistidos pobladores de las estribaciones del Cabo de Gata.
La letra en uno de sus compases lo denominaba “Monfí”, pero... ¿quien era ése Alonso “Joraique”?, ¿era cierta su historia?. ¿Qué era un “Monfí”?. Todas esas preguntas me llevaron a investigar sobre el personaje y reconozco que fue un grato acierto pues me abría una parte de la historia que casi desconocía.
Concretamente me trasladaba a la España liberta de los usurpadores mahometanos, a sus consecuencias, a sus luces y sus sombras.
Tras la toma de Granada por los Reyes Católicos, con el afán seguramente de preservar la entidad que tanto les había costado alcanzar, los regios gobernantes de las nuevas tierras anexionadas publicarían varios textos legales en los que se obligaba a la conversión de los moriscos al Cristianismo. Una de estos textos sería “La Pragmática Conversión Forzosa” por la cual se obligaba a los Moriscos y Mudéjares a procesar la fe en Cristo. Esta medida y otras dictadas por las nuevas autoridades Castellanas, llevaron sobre todo en décadas posteriores a muchos moriscos a verse desdeñados dentro su propia tierra, llegando a enfrentarse a las jerarquías. De esta manera muchos fueron los que en desacuerdo con las leyes que les obligaban de manera forzosa a apostatar se vieron obligados a echarse al monte convirtiéndose en prófugos de la ley o mejor dicho se convertirían en los  primeros bandoleros. Las sierras comenzaron a poblarse de lo que se  denominaría “Monfíes“ (derivado del árabe Desterrado), desde allí se organizaron en cuadrillas encabezadas por un Capitán. Las crónicas hablan terriblemente de sus fechorías, todas ellas muy crueles y dirigidas casi siempre al robo, el hurto y el asesinato de cristianos.
Muchos de estos bandoleros moriscos o “Monfíes” participarán en 1568 en la conocida como la “Rebelión de las Alpujarras”, donde de manera violenta se instaba al Rey Felipe II a anular los efectos de la “Pragmática Sanción”. La contundente respuesta del Monarca haría que muchos de ellos fueran hechos cautivos y desterrados a otros lugares de la Corona.
 Con la ignota letra de la canción apenas desentrañada, seguí intentando disipar quién era aquel “Monfí” que turbaba  las tranquilas vidas de los pacíficos habitantes de Almería. La letra lo identificaba como Alonso “El Joraique”, pero, ¿Quién era Alonso El Joraique?.
La toponimia Andaluza nos ofrece multitud de lugares concretos con ese apelativo, así en la provincia de Almería en las estribaciones de la sierra de los Filabres, se sitúa el Cocón del Joraique, un cerro crecido de 1928mts. También en Granada y muy cerca de Sierra Nevada, existe otro cerro llamado también del El Joraique. Estas denominaciones nos dan una idea de la amplitud de lugares por donde pudo errar nuestro Monfí.
Pero Alonso “El Joraique” resultaría ser un bandolero morisco nacido en Almería, posiblemente en Tahal en el año de 1548. Según cuentan las crónicas pudiera tratarse en sus inicios de un labrador que las circunstancias llevarían a aliarse con los Piratas Berberiscos, y así lo hizo en 1566 aprovechando el ataque que los piratas perpetraron en la ciudad de Tabernas, es ahí donde nuestro personaje comienza sus desafueros. Desde su nueva condición y como integrante de su partida participó en la Rebelión Morisca de 1568 sembrando el terror a golpe de espada por toda la franja de Almería.



Las autoridades encargadas de la jurisdicción de aquellas tierras comenzaron a combatir a todos los que como “El Joraique” suponían un peligro para la nueva convivencia, para ello personajes como el Maestrescuela Marín facilitaría la entrega de diez Monfíes previamente desarmados en 1572. Entre ellos no se encontraba nuestro protagonista que siguió emboscado, pero esta vez por poco tiempo. Trascurridos unos meses “El Joraique” sería hecho preso junto con otros moriscos. En aquella época el destino de los presos aseguraba casi por completo su presencia en galeras, o el destierro como esclavo en otras partes del reino, así lo presintió Alonso, que espoleado  por su natural rebeldía consiguió escapar de su cautiverio, para marcharse al lugar donde más cómodo se encontraba, las escarpadas sierras Filabres, Alhamilla y Gádor.
Desde estas posiciones volvería nuestro Monfí a atemorizar a los habitantes cristianos que veían impotentes como una y otra vez los prófugos arruinaban sus vidas. Esta actividad se prolongaría en el tiempo hasta que las autoridades conscientes y convencidas que sus esfuerzos por la vía de la fuerza habían sido prácticamente irrealizables, recurrieron nuevamente a la mediación del Maestrescuela Marín para que mediara entre las partes. El arbitraje consistía en el ofrecimiento del perdón al desterrado Joraique y su traslado hasta otra ciudad de Castilla. A pesar que el acuerdo resultaba ventajoso si tenemos en cuenta la singularidad de la época, Alonso renunció al mismo aduciendo en su negociación una serie de exigencias difícilmente realizables. Hasta dos veces se intentaría, pero ninguna resultó fructífera, de modo que El Joraique en un golpe de mano o más bien en una urdida y atroz huída en compañía de otros hombres, se lanzó hasta las costas de Vera, donde tras apoderarse de una embarcación y habiendo despachado a sus marineros, pusieron rumbo hasta el Cabo de Gata donde unos galeotes les esperaban para trasladarse a la berbería.
Alonso llegó hasta Tetuán y tras ofrecer sus servicios a las autoridades locales fijó nuevamente sus ojos en lo que fue su hogar hasta su conversión en Monfí.
Desde las costas africanas navegaría embarcado en la madrugada del día 16 de Septiembre de 1573 hasta el Cabo de Gata, una vez allí y tras atacar varias poblaciones, sembraría el pánico de manera que los habitantes de hasta quince aldeas cercanas abandonaron despavoridos sus casas al tener conocimiento de la presencia del El Joraique. Después de estos hechos parece que nuestro bandolero jamás volvió por estas tierras, pero su huella quedó impresa en las mentes de sus habitantes.

Esta es la historia de “EL JORAIQUE”, por cierto, la canción a que hago referencia está escrita e interpretada por SANTIAGO AUSERÓN, y se encuentra incluida en el Álbum “MR. HAMBRE” editado en el año 2.000.

Espero la disfruten ahora tanto como yo.




LETRA DE “EL JORAIQUE”
Tus soldados, rey Felipe

No querrán poblar la tierra

Mientras ande con su gente 

El Joraique por la sierra

Cada noche los cristianos 

Con los ojos muy abiertos

Velan por no despertar

En el reino de los muertos

Nadie alcanza a descansa

De su carga al fín del día

Porque esta suelto El Joraique 

Por los montes de Almería

Dicen que Alonso El Joraique

Con las sombras tiene un trato

Que se cierran cuando salen

Los soldados a arrebato

Dicen que la medialuna 

Le prestó su blanca espada

Y antes de llegar el alba

El se la volvió encarnada

Y El Joraique prometía

Yo daré fin a la guerra

Si me dais la llave que abre

La cancela de mi tierra

El monfí robó una barca

A la mar echó su pena

Dejo nueve pescadores

Peces muertos en la arena

El Joraique allá en Tetuán

Armó su negra goleta

Ya llegó al cabo de Gata

Ya no duerme un alma quieta

No soñaron nunca más 
Las mujeres de Almería
Que se les llevo El Joraique
El ensueño a berbería.


Texto e ilustraciones realizadas por:

 Jorge Hervás Gómez-Calcerrada.






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