LA ENCAMISADA

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miércoles, 4 de diciembre de 2013

BANDOLEROS. ASALTO AL MITO.

LA FUENTE DE LOS TRES CAÑOS. "Un Tercio de Relatos" (VII).


Seguimos adelante, recorro camino y vida, mengua uno a la vez que la otra, inquietante proporción que no amilana al soldado viejo pero intuyo turba las ansias impúberes de otros. Claro, que nada decrece si antes no ha espigado ya, todo se yergue a lo que puedo alcanzar con la punta de mi espada, arboledas, mieses, y nubes armadas de impía humedad amenazan a hombres y pólvora por igual, y digo impías sólo en ocasiones ya que dicha y desgracia del cielo vienen.
        Sol, luz y claridad son arrebatadas a duelo por la penumbra que envuelve en su capa todo el paisaje, en esto, cuidamos más por cobijar el pan del arcabuz que de alimentar al hombre. Cual manada boba seguimos la dirección que se nos da, rezando por llegar a ver tejados donde sustentarnos, pues ya es conocido que los soldados del Imperio derecho a manducatoria y posada tienen a su presencia, pero ni tejado ni sustento llega a su tiempo, por lo tanto, mal tiempo acostumbra para todos.
Sigo prevenido de la presencia del joven que no ceja en observarme de vez en cuando, mientras, se ordena parar. Gozosa orden, si bien no más que otras. Como todo en armas tarda en organizarse, y lo que pareciera revuelo se torna por obra del Tambor en ciencia, así los Doctores de la espada, los Académicos de la pica y los Bachilleres de la daga, en un instante quedan parados donde la superioridad ha determinado. Quedo yo con otros bajo un árbol tomando como asiento una roca tupida de verde musgo.
Juan Cano que a mi lado se encuentra, comienza y es su costumbre, a hablar de lo sediento que se halla - ¡Pardiez!, ni un solo soplo de líquido entra en mi boca desde que salimos de aquel maldito predio, con un cuartillo de vino ya me aliviaría yo - y continuaba su desdicha diciendo - presentaría mi pobre estampa en los infiernos por un poco de vino.-
El jocoso corral en que se había convertido el grupo rió hasta que mi voz irrumpió en la escena esgrimiendo la siguiente plática:
            - Conozco cierto hecho de un solado que sirvió en pretéritas famas a las nuestras, en el que contaba que cercano al camino del Milanesado se hallaba una fuente de hasta tres caños. De dos de ellos, como es costumbre, manaba agua, pero del tercero surgía abundante un gran chorro de rico vino. Dicen que aquellos que más sedientos y diezmados de fuerzas al llegar bebían de los emisarios de agua, regresando prestos a su destino, mientras que los menos aciagos y que llegaban únicamente para calmar sus yermas virtudes quedaban ebrios y difusos tras haber bebido una y otra vez del caño de Baco. Así quedaban sin poder precisar su origen y perdidos no regresaban jamás.
          Todavía soldados ebrios y sin destino vagan en busca de su mesnada, puesto que un caño es el Origen, otro el Destino, y el tercero sólo es Fatigosa Deambulación, ¿qué Caño quieres Cano?... -
El corral alborozado nuevamente rió, mientras, Cano que escuchaba no sin cierto asombro mi relato, con sorna aseveró:
            - Puesto que el destino nunca es preciso y para un soldado hoy no es mañana, tengan en cuenta vuesas mercedes que mi origen siempre ha sido el vino y si elegir tengo, me quedo con el origen que ya beberé de otras fuentes con menos caños. -



ASALTO AL MITO.

Así es, me encuentro emboscado tras una peña que me oculta de ustedes. Seguramente pueden imaginarme vistiendo calzón hasta la rodilla, pañuelo y manta al hombro. En la faja una buena “Faca” mientras cojo fuertemente un gran trabuco. De esta guisa me dispongo a asaltar el carruaje en el que viajan los mitos más románticos, y estereotipados de la cultura popular española. Los Bandoleros.


Con mi asalto pretendo desvalijar a estos personajes de sus leyendas ideadas de forma fantasiosa en los Pliegos de Cordel, por escritores y poetas de escasa categoría intelectual que pretenciosamente exageraron la vida Bandoleril, vertiendo sobre sus actitudes mentiras y virtudes que envueltas en romanticismo han llegado hasta nuestros días como una verdad casi imperecedera.
Debo reconocer que a mí siempre me han gustado los personajes épicos y si pertenecen al imaginario patrio aún más si cabe, pero en el caso que nos ocupa las distorsiones que de ellos se han hecho por parte de escritores y poetas sobre todo extranjeros para adecuarlos a los gustos románticos de la época, han favorecido poco su conocimiento, propiciando así una idea inadecuada de ellos.
Su verdadero conocimiento les llevará a distinguir lo real de la ficción, por lo tanto a disfrutar de ellas a partes iguales. De esta manera, paso a presentarles a los protagonistas de mi historia, que en esta ocasión es real como la vida misma.
Aquellos fugitivos que fueron reclamados por la justicia mediante un Bando, se convertirían en Bandidos, Proscritos, Salteadores de Caminos, Forajidos, Facinerosos o Dronistas como se les denominaría en Germania. También se les llamó Caballistas en Andalucía, y Trabucaires en Cataluña. Todos ellos no serían más que vulgar delincuencia en cuadrilla, que actuaron delinquiendo contra las personas y sus bienes, con la única intención de enriquecerse.
Pero para poder entender el bandolerismo en España hay que viajar a su origen, y determinar los factores que lo propiciaron.
En la España decimonónica las desigualdades sociales, la pobreza derivada del atraso endémico y el inadecuado reparto de las tierras en algunas regiones, serían determinantes en su aparición. Otros factores como las diferentes Guerras Civiles que asolaron a la población, la deficitaria red de caminos y sobre todo la abrupta orografía que facilitaba el ocultamiento de las Partidas, permitieron y fomentaron su aparición.
Con este panorama todo aquel hombre desarraigado a causa de las guerras que acuciaron el reinado de Isabel II, que acostumbrado al peligro y a la vida fatigosa de la guerrilla, vio en ese modo de vida una forma de escapar de la pobreza y el aislamiento social sin tener que trabajar en las labores ingratas del campo, rentabilizando las habilidades y conocimientos adquiridos. Convertirse en bandolero les permitía, además de no trabajar, ser temido por parte de todos, proporcionándoles el respeto y la admiración de aquellos que veían como una cualidad el fácil enriquecimiento.
Muchos hombres fueron llamados a formar parte de las cuadrillas y partidas que se extendieron por toda la geografía española, y sobre todo por aquellas en las que lo abrupto del terreno les permitía dar el golpe y ocultarse rápidamente. De esta forma los caminos se llenarían de malhechores que crearon un clima de inseguridad insoportable sobretodo en las zonas rurales. Los caminos y sierras serían el dominio de Bandoleros legendarios como El Tempranillo, El Lero, Diego Corrientes, Los siete niños de Écija, Miguel Villegas, Jaime El Barbudo, Los Llandres de Pou, Ramón Pujol, Jaume Batlé, El Bote, El Chato de Benamejí, Caparrota, etc.
También se unirían a las partidas otros de diversa procedencia, prófugos, desertores del ejército, fugados de las cárceles y en general todos aquellos que por otros motivos se encontraban fuera de la ley.
La situación en el campo era cada vez más precaria, los propietarios de fincas, terratenientes y campesinos por igual, se encontraban en manos de los asaltantes que con total impunidad golpeaban una y otra vez sus propiedades. Viajar por España en aquella época se convertiría en toda una aventura que algunos cronistas extranjeros relataron, sería el caso Teófilo Gautier que en 1840, escribió: " un viaje en diligencia, que sería la cosa más normal del mundo en cualquier otra parte del globo, se convertía en España en una auténtica aventura porque se podía adivinar cuándo salías pero nunca cuándo llegabas o, lo que era mucho peor, si finalmente arribarías sano y salvo a tu destino; uno pone en peligro a cada paso su vida (...) porque tenéis adelante los facciosos, los ladrones".
Como vemos el oficio de Bandolero se basaba principalmente en el robo, el crimen y el hostigamiento de las poblaciones cercanas, de las que muchas veces procedían algunos de sus instigadores. Realidad muy lejana de las abultadas exageraciones y desmedidas fantasías vertidas en los escritos de la época que tan del gusto fueron de una población en su mayoría analfabeta y muy proclive a la adoración de atractivos mitos.
A modo de comparación citaré dos textos en los que se diferencian con claridad los límites de una literatura desmesurada y otra más ajustada a la realidad, escritas ambas por viajeros extranjeros que anduvieron por los derroteros de nuestra geografía. En la primera Prospero Merimée dice de El Tempranillo:
" Si asalta una diligencia da a las señoras la mano para bajar y cuida de hacerlas sentar cómodamente a la sombra, por que la mayor parte de sus hazañas las lleva a cabo de día. Nunca dice un juramento, ni una palabra grosera. La trata por el contrario, con miramientos casi respetuosos y con una finura natural que jamás desmiente. Cuando saca una sortija de la mano de una mujer, dice: “¡Ah, señora!, una mano tan bella no necesita adorno. Y, mientras hace resbalar el anillo por el dedo, besa la mano con tal devoción que haría creer, según la frase de una dama española, que el beso tenía para él más precio que la sortija. Cogía ésta como una obligación, pero el beso lo prolongaba. Me han asegurado que siempre deja a los viajeros dinero suficiente para llegar a la ciudad más próxima y que nunca rehusó a nadie licencia para conservar una alhaja que le fuera preciosa por su recuerdo.”


Tras su lectura queda claro que el autor nos presenta al Tempranillo, como un ejemplo de virtudes, de educación refinada y adalid de la justicia. Cabe reseñar que Merimée siguió enviando crónicas del Tempranillo hasta después de pasados siete años de su muerte, éstas fueron presentadas como recientemente producidas, lo que da una idea de lo rentable que fue el personaje.
Como contrapunto, otro relato, esta vez escrito por el inglés Samuel Edgard Cook evidencia lo alejado del romanticismo que fueron las acciones del legendario Bandolero, el cual trata a sus víctimas de una forma muy diferente y más ceñidas a la realidad:
A mediodía ordenó que se matara un cordero y que se diera de comer para lo que todo el grupo se sentó junto; después de comer una de las escenas características de estas gentes tuvo lugar. La excitación, que en los países del norte hubiese terminado en peleas y borracheras, con esta raza de semiafricanos tomó otros derroteros. Algunas de las damas que pertenecían al grupo estaban en inminente peligro, cuando se vieron salvadas por la voluntariedad de ciertas solteras que se acercaron y se ofrecieron para el sacrificio, suplicándoles que dejaran de lado a las señoras casadas. Los ladrones estaban tan contentos con su conducta que no se quedaron con sus pertenencias sino que les hicieron regalos como recuerdo de la aventura.
En el segundo relato escrito por Edgard Cook, y recogido por Emilio Soler, se puede apreciar una imagen más real del Bandolerismo que asolaba las tierras españolas, mientras que en el primero se nos presenta un personaje, El Tempranillo, a modo de un Robin Hood que imparte justicia social, enamorando a las damas con una exquisita educación y notable galantería. Además se les atribuían otras virtudes no menos endulzadas por las cuales los Bandoleros resultaban ser, cultos de bella estampa y hasta de origen noble.
Puede decirse que todo ello es falso, pues todos en su gran mayoría fueron integralmente unos analfabetos de tomo y lomo, de ínfimo origen social y cualidades humanas en completo desacuerdo con el mito literario, lo que les descartaba radicalmente como amorosos pretendientes de Duquesas, hijas de Corregidores y otras bellas damas como se contaba.
Tan solo Juan Caballero “El Lero” dejó escritas unas memorias, y se sabe que otro bandolero llamado “Caparrota” procedía de noble cuna, siendo hijo del Marqués de Casa Vieja. También el conocido Luis Candelas, al que algunos conocen como culto, no poseyó mas que una instrucción bastante deficiente.
Por cierto, ningún fantasioso escritor utilizó en sus historias el verdadero apodo de El Tempranillo, al cual se le conocía “Medio Peo”, sobrenombre muy alejado de lo poético con que se presentaba al personaje.


Por último les hablaré del conocido Bandolero Francisco López Jiménez, más conocido por “El Barquero de Cantillana” o Curro Jiménez. ¿Les suena?, pues he de decirles que fue más famoso por sus andanzas por las pantallas de televisión gracias a la imaginación de los guiones, que por las fechorías perpetradas en los alrededores de la sierra de Cazalla y Sanlúcar la Mayor. La nueva imagen a la que fue sometido por los guionistas hizo que hostigara en la Guerra de la Independencia a los Franceses y hasta a los Cien Mil Hijos de San Luis. Pues nada de todo esto es cierto, ya que ambos personajes llevaron vidas muy diferentes. 
He de decirles que después de desvalijar esta diligencia, sigo vistiendo como dije al principio, me gusta ésta estampa, me gustan las sierras, las navajas de siete muelles y las historias de bandoleros, que le voy a hacer. El Western Español, donde los buenos siempre han sido los malos... muy habitual en mi querida Patria. 


Por cierto, el Séptimo de Caballería llegó, la Guardia Civil, pero esa es otra historia...








"LA FUENTE DE LOS TRES CAÑOS"

A la noche llegamos, la noche que nos oculta de nosotros mismos. Luces y sombras bailan en lienzos sucios, mientras comienza a escucharse el silencio que por conocido no sorprende menos. Las velas se organizan y el fraile inicia la letanía del Santísimo Rosario con algunos de los magníficos hombres de la compañía. Uno tras otro los quince misterios de la Señora son recitados por todos los que escuchan, luego rezos y más rezos, que falta nos hacen ¡Vive Dios!, que el caballero Español callado reza  y combate, combate y reza, habla la espada y el alma crece.
Tras santiguarme, vuelvo mi figura del lado que más certero sea para asir mi Vizcaína....

Por Jorge Hervás Gómez-Calcerrada.

Finalizo vistiendo de esta guisa.






lunes, 28 de octubre de 2013

El SITIO DE BALER.

"CAMINO ES DERROTA, Y DERROTA ES CAMINO". "Un Tercio de Relatos" (VI).

-¡Dejamos estas tierras!, -gritó el Sargento Mayor en la gran explanada en la que nos encontramos .
El silencio en el que acostumbrados vivimos, se hallaba presente tras la noticia, pues guerreando callamos mientras las ordenes cumplimos. La repentina noticia suponía dos cosas, las penalidades presentes llegaban a su término, mientras que las futuras, por desconocidas se antojaban aún peores.
Los más jóvenes y menos avezados - que el adjetivo en este caso primero que segundo igualmente válido es -, animados por la gallardía propia de su edad, mostraban su alegría augurando nuevas gestas con las que alimentar su hambrienta mocedad. Ya se sabe que el soldado joven siempre anda corto de pan pero largo de espada.
Yo, que por viejo me tengo, pues aquí un año se torna en lustro y llegando a éste pareciera que la década hubiera pasado, solo me turbaba la primera consecuencia, el largo viaje al infierno que seguro nos esperaba.
Comenzamos así a desarmar lo armado, rehacer lo deshecho, pues nada acaba, nada termina, por cuanto todo lo que se inicia ya es concluso. Hasta tres días pasamos organizando la partida y eso que aquí cada uno tiene claro su cometido, el caballero a su caballo, el piquero a la pica, y el muerto al túmulo. Hasta algunos soldados que criados sustentan, van y vienen organizando lo suyo.
Por fin comenzamos la marcha hacia el lugar que se nos había preparado, quedaban atrás como siempre las tierras regadas de sangre, humeantes cementerios que la patria demanda. 
Al alba marchamos, siempre lo mismo, ruido de aceros, cuero, madera y cuerdas, a mi lado siempre Cano, siempre renegando y siempre cerca de los pellejos de vino. Mirando tras de mí lo que el ala del sobrero me permite, embozado y prevenido en mi actitud, vigilo la conducta inquisitiva de un menudo soldado que cargado de aperos no cesa en observarme, y que al ser descubierto pone en fuga su mirada. Desde ya tiempo parece querer decirme algo, pero yo finjo no entender más de lo que pasa a mi lado y me divierto asiendo de vez en cuando la empuñadura de mi espada haciendo notar mi preventiva actitud, lo cual intimida aún más a mi joven acompañante.

Le conozco, lo he visto al igual que ahora tras de mí,  tras las primeras escuadras. Su figura me recuerda cuando yo mismo andaba por esos lugares de capacetes prestados, roña, sudor y hambre. En un momento la columna cesa en su camino para abrevar las caballerías en un canto del río. Es entonces cuando se acerca y de manera temerosa se descubre y sin mirarme dice – ¿es cierto señor, que usted tuvo el honor de servir en Empel? –
La osadía de la pregunta invadió a ambos. Enseguida Cano que presto al quite salió, hizo ademán de apartar al muchacho, pero yo sólo pude pararlo a él, y no a mi curiosidad, a cuál más rauda si cabe.
-Señor, he podido oír de soldados viejos, que vuesa merced se hallaba donde Nuestra Señora obró el prodigio de Empel, ¿es cierto?-
Varios soldados y criados que nos acompañaban quedaron atónitos más con la pregunta, que con la inminente respuesta, la cual llegaría, pero a su tiempo...





2 DE JUNIO DE 1.899, IGLESIA DE BALER (FILIPINAS).

Un grupo de soldados harapientos sale del interior del templo portando sus armas enmohecidas, sin municiones, algunos desdentados.  La formación, que parecía salir del mismísimo infierno desfilaba con marcialidad mientras recibía el homenaje de las tropas Zagalas. Eran los últimos, algunos dirían que de Filipinas, yo afirmaría que serían los últimos en la defensa del que fuera el mayor imperio hasta entonces conocido, y que otros como ellos habían defendido durante más de 400 años.
Habían transcurrido 337 días desde que el Teniente Saturnino Martín Cerezo y sus hombres se habían hecho fuertes en ése lugar, resistiendo las acometidas del ejército revolucionario Filipino apoyado interesadamente por la entonces emergente potencia de los Estados Unidos de América.

En el siglo XIX el Imperio Español languidecía, comenzaban a perderse las posesiones de ultramar, Guam, Cuba, Puerto Rico y las colonias americanas. Todas ellas se presentaban sumamente apetecibles a los intereses de los Estados Unidos. España entraba así en la mayor crisis que jamás conoció. 
La situación de Cuba y Puerto Rico, entonces españolas, hacía que los intereses expansionistas americanos fueran frenados. Era necesario un golpe de efecto que hiciera desequilibrar la balanza. 
El 25 de Abril de 1.898 sería el comienzo por el cual la balanza quedaría orientada del lado americano, es en ésa fecha cuando un buque atracado en Cuba salta por los Aires, se trataba del Maine. El incidente fue el pretexto ideal para acusar a España del sabotaje y así declararle la guerra.
El Buque Maine tras la explosión en Cuba.
Se iniciaba una contienda que sería el inicio del desastre del 98, donde los jóvenes españoles se veían forzadamente alistados en un ejército donde el ser pobre y no poder pagar la cantidad de dinero estipulada para librarse del servicio militar, era suficiente mérito para que los mozos menos adinerados dejaran sus humildes trabajos y se marcharan hasta lejanas tierras para convertirse en héroes. LOS HÉROES DEL 98.



FILIPINAS, LA ANSIADA PERLA DEL PACÍFICO.

Filipinas, el archipiélago bautizado así en honor de Felipe II en 1542, quedaba demasiado cerca de los intereses Norteamericanos que veían en este grupo de islas un lugar ideal desde donde abastecer de carbón a sus colonias en Asia.
Para entonces, la vida en Filipinas transcurría de un modo tranquilo, las hostilidades que en otros tiempos la sacudieron habían cesado de forma momentánea. Las guarniciones se reducían, tan sólo 28.000 soldados se encontraban a finales de 1897 destinados en el pacífico, los cuales si se comparan con los 100.000 destacados en Cuba, nos dan una idea de los reducido del contingente. 
En abril, el líder rebelde filipino Emilio Aguinaldo volvía de su retiro dorado en Hong Kong y apoyado por la Marina Norteamericana reorganizó la revuelta contra los españoles, que inferiores en número, se veían incapaces de frenar sus acometidas.


                                       

En mayo las fuerzas españolas recibirían la que sería la derrota naval más importante de su historia contemporánea, el desastre de Cavite. La flota hispana quedaba aniquilada y diezmada, más de 800 bajas fue el precio a pagar.

Para entonces en la pequeña isla de Luzón, y concretamente en una pequeña población al sur de la bahía de la que tomaba su nombre, Baler, un pequeño grupo de Guardias Civiles (1 Cabo, y 4 Guardias indígenas) se encargaba de su defensa y administraba el orden. La tensa situación haría que hasta ésta pequeña localidad, y a modo de refuerzo, llegaran un grupo expedicionario de Cazadores del Ejército comandados por un joven Teniente de tan sólo 18 años, el Teniente Mota. Únicamente 50 soldados le acompañaban, tal y como veremos no serían suficientes.
Y es que la superioridad numérica de los insurrectos filipinos haría que en poco tiempo la unidad del Teniente Mota fuese aniquilada, dejando un reguero de muertos que el propio Oficial no pudo asimilar, por lo que decidió quitarse la vida antes de rendirse y entregar su posición. Nuevamente las ordenanzas se habían llevado hasta sus últimas consecuencias, y no sería la única.
Con la plaza al descubierto, el mando Español decidió en febrero destacar a otro grupo expedicionario de Cazadores, así otros 54 soldados llegarían al mando del Capitán Enrique de las Morenas, acompañado de los Tenientes Saturnino Martín Cerezo, Juan Alfonso Zayas y el también Oficial Médico Rogelio Vigil.
Ultimos de Filipinas
Llegados desde Manila, sus ordenes serían estrictas, defender la plaza de Baler a toda costa.
Al llegar a esta pequeña población de la isla de Luzón, la Unidad militar comenzaría a preparar su defensa, para lo cual se iniciaron los trabajos de fortificación de la Comandancia y logística. Con buen criterio se eligió la pequeña Iglesia del pueblo como lugar donde refugiarse en última instancia en el caso de empeorar las cosas. La menuda Iglesia era toda una fortificación, con muros fuertes y anchos así construidos para soportar los fuertes vientos y huracanes tan frecuentes en esas latitudes. El Cura Párroco, el Padre Carreño accedió de buen modo a la petición del Capitán de las Morenas.
Comienzan los ataques contra los españoles comandados por Emilio Aguinaldo y Novicio Luna, ataques que se producen con un fuerte desequilibrio de fuerzas, miles de soldados atacan la posición de Baler que a duras penas puede mantenerse, es entonces cuando los defensores deciden refugiarse en la pequeña iglesia. Todo esto sucede el 27 de Julio de 1898, comenzaría el sitio de Baler.
EL SITIO DE BALER.

Comienza así el sitio de Baler, cuya duración como he dicho al principio fue de casi un año. Los 54 soldados españoles se refugian de las acometidas Tagalas en la pequeña iglesia, la cual empiezan a proteger tapiando las ventanas y haciendo acopio de los pocos alimentos disponibles (arroz, tocino, azúcar) con la certera intención de aguantar hasta ser liberados o recibir ordenes desde Manila. 

Iglesia de Baler.
En torno al templo, los insurrectos comienzan a construir una trinchera desde donde atacar. A las pocas horas comienza el asedio, cientos de soldados filipinos acometen encarnizadamente la posición desde todas partes, los cazadores españoles repelen una y otra vez los ataques que se suceden uno tras otro. La tenacidad de los asediados desarma la voluntad del enemigo que ve como lo que parecía cuestión de horas, se alarga preocupantemente en el tiempo.
Podemos imaginar el interior de la iglesia prácticamente a oscuras, ya que las ventanas se habían tapiado, el pesado ambiente hacía que respirar fuera muy dificultoso. Los días pasan y los ataques no cesan, los alimentos cada vez eran más escasos y el mayor de los enemigos llegaría en forma de epidemia. El Ber-iberi la terrible y dolorosa enfermedad diezmaría a los débiles soldados españoles, que morían entre terribles dolores. Esta enfermedad se debía a la falta de la desconocida vitamina B-1, se descascarillaba el arroz ignorantes de que la cáscara era fuente de esa vitamina tan necesaria. También la disentería se haría presente, contribuyendo a llenar la enfermería del Teniente Rogelio Vigil, que veía como sus hombres morían uno tras otro, unas veces por la enfermedad y otras por el hambre. Comenzaron a escasear las provisiones, la carne pronto comenzaría a faltar, además no tenían sal con que conservarla y la necesidad hizo que se consumieran todo tipo de animales como ratas, lagartijas y serpientes, cualquier cosa era apetitosa.

Atacados por el hambre y las enfermedades, mueren el Capitán de las Morenas y el Teniente Zayas, quedando el Teniente Saturnino Martín Cerezo al mando de aquella guarnición de soldados andrajosos, pues ya no tenían ropa con la que vestirse ni calzado con el que proteger sus pies. La  bandera que ondeaba en lo alto de la iglesia y que a causa del sol y la lluvia se había degradado tanto como sus custodios, fue cambiada y sustituida por otra confeccionada con algunos trapos rojos y amarillos, pero la torre donde flameaba fue derruida por varios disparos de cañón.
Los sitiados recibieron multitud de emisarios ofreciéndoles la rendición, pero ninguna vez accedieron a sus pretensiones, acordando no recibir a ningún otro y resistir hasta el final. La moral quedaba así en pie a diferencia del techo de la iglesia, el cual se derrumbaría por el impacto de las bombas haciendo que la lluvia penetrase en el interior.
Mientras nuestros soldados resistían, España se rendía, el 13 de Agosto de 1898 se firmaba el Tratado de París por el que se capitulaba y se entregaba a USA, Filipinas, Cuba y Puerto Rico. Todo se había perdido, se vendió Filipinas por 20 Millones de Dólares, todo se entregaba, todo a excepción de la pequeña localidad de Baler que seguía siendo defendida por aquel grupo de soldados ajenos a lo que estaba ocurriendo.
Teniente Coronel Aguilar en Baler (Mayo 1899).
Desde Manila comenzaron a enviar noticias de la capitulación al Teniente Martín Cerezo, se les animaba a rendirse  y a deponer las armas, pero el Teniente desconfiaba y no hacía caso a las noticias que le llegaban. Hasta  el lugar llegó el Capitán Olmedo para informarle de lo que había ocurrido, pero tampoco pudo convencer al valeroso oficial de que la Guerra había terminado, temiendo que todo fuera urdido para engañarle, hasta en cinco ocasiones lo intentó.
Llegó la navidad y la situación era desesperante, como sustento solo disponían de infusiones de naranja, el hambre haría que varios soldados al frente de Cerezo y Vigil animados por la necesidad aprovecharan la noche para salir de la iglesia y tras eludir la constante vigilancia del enemigo, abatieran a tiros un Carabao cuya carne les daba otra oportunidad de seguir con vida y así alargar la defensa.
Cañonero Estadounidense USS Yorktow.
El tratado de París había sido un engaño, la independencia prometida por los americanos a los filipinos  no se produjo y las islas se convertirían en una colonia mas. Ahora, los enemigos eran los Americanos. El 13 de Abril de 1899 llegó hasta las costas el Cañonero Estadounidense USS Yorktow, con la intención tomar la zona, pero en un gesto de casi admiración, el mando Estadounidense decide salvar antes a los soldados españoles recluidos en Baler. Por la noche el cañonero ilumina desde la costa la Iglesia, el Teniente Martín Cerezo no puede creer lo que esta viendo, su mente cansada cree que se trata de los refuerzos llegados para salvarlos estallando en euforia toda la guarnición. Finalmente los soldados Americanos destinados a salvarlos fueron masacrados. Los sitiados siguen en su defensa, pero ahora con la moral más alta.
Otro cañonero, esta vez Español llega en mayo a la bahía procedente de Manila, a bordo se encontraba el Teniente Coronel Cristóbal Aguilar y Castaneda nuevamente enviado para convencer al Teniente Cerezo, éste en su ofuscación confunde al barco español con uno Filipino, y piensa que ha sido enviado para engañarle nuevamente, y que la embarcación ha sido camuflada como española. Los sitiados quedan clavados al terreno en su firme actitud de continuar con la defensa, hasta que el Teniente Coronel Cristóbal Aguilar hace llegar a Cerezo unos periódicos donde se evidencian las noticias de los desafortunados acontecimientos. Martín Cerezo queda petrificado, no puede creer lo que está viendo, todo había sido entregado y lo único que le reconforta es saber que su plaza había aguantado.



Héroes de Baler y últimos de Filipinas.


El 2 de Junio de 1899 la bandera española que todavía ondeaba en la Iglesia de Baler es sustituida por un paño blanco, pero no sería una rendición en su término más exacto. Martín Cerezo había conseguido firmar una capitulación que aseguraba la rendición más honrosa. En la Capitulación de Baler se decía que las dos partes habían pactado cesar en sus hostilidades, que las vidas de los soldados serían respetadas, y que se dejaría salir a éstos portando sus armas y escoltados hasta un lugar seguro.
Ya no había motivo por el cual permanecer más tiempo en aquella tumba, aquella mañana se abriría la puerta de la Iglesia, al frente, el Teniente Saturnino Martín Cerezo encabezaba la formación de a tres, con la cabeza bien alta sus cadavéricas figuras desfilaron con honores frente a las tropas Tagalas. Sólo quedaron 33 soldados y 2 frailes, ya que 17 habían muerto, seis habían escapado y 2 fueron fusilados.
El 30 de junio se publicó un decreto firmado por Aguinaldo, presidente de la República Filipina, en el que se podía leer lo siguiente:



"Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente":
Artículo Único.
Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país. 
Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899. El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo. El Secretario de Guerra, Ambrosio Flores.





Ya en España,  la ingrata madre Patria sólo concedió una Lauredada de San Fernando al Teniente Saturnino Martín Cerezo, la familia del Capitán de la Morenas y Fossi cobraría 5.000 pesetas de pensión y el ascenso póstumo a Comandante. Incomprensiblemente a los soldados se les concedió únicamente una pensión de 60 Pesetas con la que muchos de ellos llegaron a la mendicidad y la indigencia, otros llegaron a la Guerra Civil, en la cual alguno fue fusilado. 
A continuación, como homenaje, se trascribe los nombres de todos los héroes de Baler. Que no caigan en el olvido...

Comandante político-militar de El Príncipe
·                    Capitán de Infantería Enrique de las Morenas y Fossi, natural de Chiclana de la Frontera, CádizFalleció por enfermedad el 22 de noviembre de 1898;
Tropa del Destacamento de Baler
·                    2º Teniente Juan Alonso Zayas, natural de Puerto Rico Falleció por enfermedad el 18 de octubre de 1898;
·                    2º Teniente Saturnino Martín Cerezo, natural de Miajadas, Cáceres;
·                    Cabo Jesús García Quijano, natural de Viduerna de la Peña, Palencia;
·                    Cabo José Chaves Martín. Falleció por enfermedad el 10 de octubre de 1898;
·                    Cabo José Olivares Conejero, natural de Caudete, Albacete;
·                    Cabo Vicente González Toca. Fusilado el 1 de junio de 1899;
·                    Corneta Santos González Roncal, natural de Mallén, Zaragoza;
·                    Soldado de 2ª Felipe Herrero López. Desertó el 27 de junio de 1898;
·                    Soldado de 2ª Félix García Torres. Desertó el 29 de junio de 1898;
·                    Soldado de 2ª Julián Galvete Iturmendi. Falleció debido a heridas el 31 de julio de 1898;
·                    Soldado de 2ª Juan Chamizo Lucas, natural de Valle de Abdalajís, Málaga;
·                    Soldado de 2ª José Hernández Arocha, natural de La Laguna, Tenerife;
·                    Soldado de 2ª José Lafarga Abad. Falleció por enfermedad el 22 de octubre de 1898;
·                    Soldado de 2ª Luis Cervantes Dato, natural de Mula, Murcia;
·                    Soldado de 2ª Manuel Menor Ortega, natural de Sevilla, Sevilla;
·                    Soldado de 2ª Vicente Pedrosa Carballeda, natural de Carballino, Orense;
·                    Soldado Antonio Bauza Fullana, natural de Petra, Mallorca;
·                    Soldado Antonio Menache Sánchez. Fusilado el 1 de junio de 1899;
·                    Soldado Baldomero Larrode Paracuello. Falleció por enfermedad el 9 de noviembre de 1898.
·                    Soldado Domingo Castro Camarena, natural de Aldeavieja, Ávila;
·                    Soldado Emilio Fabregat Fabregat, natural de Salsadella, Castellón;
·                    Soldado Eufemio Sánchez Martínez, natural de Puebla de Don Fadrique, Granada;
·                    Soldado Eustaquio Gopar Hernández, natural de Tuineje, Las Palmas;
·                    Soldado Felipe Castillo Castillo, natural de Castillo de Locubín, Jaén;
·                    Soldado Francisco Real Yuste, natural de Cieza, Murcia;
·                    Soldado Francisco Rovira Mompó. Falleció por enfermedad el 30 de setiembre 1898;
·                    Soldado Gregorio Catalán Valero, natural de Osa de la Vega, Cuenca;
·                    Soldado Jaime Caldentey Nadal. Desertó el 3 de agosto de 1898;
·                    Soldado José Alcaide Bayona. Desertó el 8 de mayo de 1899;
·                    Soldado José Jiménez Berro, natural de Almonte, Huelva;
·                    Soldado José Martínez Santos, natural de Almeiras, La Coruña;
·                    Soldado José Pineda Turán, natural de San Felíu de Codinas, Barcelona;
·                    Soldado José Sanz Meramendi. Falleció por enfermedad el 13 de febrero 1899;
·                    Soldado Juan Fuentes Damián. Falleció por enfermedad el 8 de noviembre 1898;
·                    Soldado Loreto Gallego García, Los Isidros Requena, Valencia;
·                    Soldado Manuel Navarro León. Falleció por enfermedad el 9 de noviembre 1898;
·                    Soldado Marcelo Adrián Obregón, natural de Villalmanzo, Burgos;
·                    Soldado Marcos José Petanas. Falleció por enfermedad el 19 de mayo 1899;
·                    Soldado Marcos Mateo Conesa, natural de Tronchón, Teruel;
·                    Soldado Miguel Méndez Expósito, natural de Puebla de Tabe, Salamanca;nota 6
·                    Soldado Miguel Pérez Leal, natural de Lebrija, Sevilla;
·                    Soldado Pedro Izquierdo Arnaíz. Falleció por enfermedad el 14 de noviembre 1898;
·                    Soldado Pedro Planas Basagañas, natural de San Juan de las Abadesas, Gerona;
·                    Soldado Pedro Vila Garganté, natural de Taltaüll, Lérida;
·                    Soldado Rafael Alonso Medero. Falleció por enfermedad el 8 de octubre de 1898;
·                    Soldado Ramón Buades Tormo, natural de Carlet, Valencia;
·                    Soldado Ramón Donat Pastor. Falleció por enfermedad el 10 de octubre 1898;
·                    Soldado Ramón Mir Brills, natural de Guisona, Lérida;
·                    Soldado Ramón Ripollés Cardona, natural de Morella, Castellón;
·                    Soldado Román López Lozano. Falleció por enfermedad el 25 de octubre 1898;
·                    Soldado Salvador Santamaría Aparicio. Falleció debido a heridas el 12 de mayo 1899;
·                    Soldado Timoteo López Larios, natural de Alcoroches, Guadalajara;
Enfermería
·                    Médico provisional de Sanidad Militar (teniente) Rogelio Vigil de Quiñones, natural de Marbella, Málaga.
·                    Cabo Alfonso Sus Fojas, filipino. Desertó el 27 de junio de 1898;
·                    Sanitario Tomás Paladio Paredes, filipino. Desertó el 27 de junio de 1898;
·                    Sanitario Bernardino Sánchez Cainzos, natural de Guitiriz, Lugo
Religiosos
·                    Fray Cándido Gómez Carreño, párroco de Baler, natural de Madridejos, Toledo.240 Falleció por enfermedad el 25 de agosto de 1898;
·                    Fray Juan López Guillén, misionero destinado en Casigurán enviado por las tropas filipinas tras su captura, que decidió, junto con el padre Minaya, quedarse en la iglesia a petición del capitán Las Morenas, natural de Almonacid de Toledo, Toledo;241
·                    Fray Félix Minaya, misionero destinado a Casigurán enviado por las tropas filipinas tras su captura, que decidió, junto con el padre López Guillén, quedarse en la iglesia a petición del capitán Las Morenas, natural dePastrana, Guadalajara




... "CAMINO ES DERROTA, Y DERROTA ES CAMINO".

- Hora es de caminar joven amigo, pues llegar es la encomienda más dificultosa y heroica a la que el viajero aspira. De otro modo, si prestos el camino andado rememoramos, no haremos otra cosa que desandar lo andado.
 Empel ya quedó atrás, derrota fue para todos, pues camino es derrota y derrota es camino, amigo, por esos derroteros no caminaremos. -
 Si no encontramos con quien batirnos, la espada quieta y fría en su lugar queda, y la camisa en su sitio, dentro que no fuera sobre el coselete. Ya habrá tiempo de pretéritas encamisadas, que hora es de vereda y no de esgrimir...



© Por Jorge J. Hervás Gómez-Calcerrada.