LA ENCAMISADA

http://laencamisadadejordi.blogspot.com.es/ LA ENCAMISADA..."PASA REVISTA A LA HISTORIA".

lunes, 5 de mayo de 2014

EL HÉROE DE MADRID.

EL CICERONE MENESTEROSO. "UN TERCIO DE RELATOS"(X).



            El Sol de España ya había coronado nuestras cabezas, y digo bien en nombrarlo astro hispánico porque jamás de otra tierra fue estrella tan suya. De los predios del orbe gran parte son administrados por el buen gobierno de mi Rey que suyos son por la Gracia de Dios.
            La desconfianza, dama unida por filiación con la cautela viajan a la vanguardia y a la zaga, esto es, El Calatravo delante vigila la presencia de cualquier cosa, hombre, animal, circunstancia o ánima; en su papel de acechador escucha, fisga y ojea mientras chupa cualquier esqueje o pimpollo y sujeta los arreos con la mano inacabada a modo de tenacilla lanzando de cuando en cuando su mirada hacia la cola de su garañón.

            En retaguardia al paso del burro que lo lleva anda el Vascongado Acuña que ni escucha ni fisga ni otea pues es hombre desprovisto de discernimiento al igual que el jumento que lo acompaña y al igual que este, si presume la llegada pronta del topetazo, seguro derrama patada, puñada o testarada pues su discurso es éste y no otro y sus palabras no son otras que ésas. Delante de los borricos va Rafael de Estrada que camina más que cabalga, y de ello siempre reprocha. Dice el infante que la cabalgadura no se hizo para sus posaderas –¡maldito animal que al hombre hace caballero!, prefiero errar plebeyo que seguir izado en su lomo. Mis posaderas nacieron encarnadas a golpes de un caballero y morirán si dios no lo remedia bermejas por caballo.
            Cano ríe a mi izquierda y yo a su diestra voy y vengo intentando determinar que vereda tomar. Estos caminos son ignotos a mis ojos pero no de las alimañas que los habitan, seres volantes, deslizantes, fluidos de patas y sonoros picos, de todos hay y nos notan esquivos de su presencia. Su compañía no hace si no servir de alarma de nuestros sentidos, pues su presencia cierta indica que otros antes no nos han precedido ni aguardan emboscados, además puede que alguno termine sirviendo de manduca.
En ocasiones parecemos llegar a una villa y esta desaparece bajo las ansias y el decorado forestal, creo que al menos hoy no pisaremos morada. De pronto el rucio comienza a rebuznar provocando la estampida sonora de todo ser animado. Comienzan caballos y caballeros a deshacer la recua y el ruido placentero de los aceros vuelve a escucharse, todos descabalgados, todos armados, todos afónicos de prudencia, todos en direcciones opuestas. El de Aznalfarache en posición de la suya verdadera destreza y llevando la tizona desde la guardia baja hasta su mirada dice –¡allí, bajo la peña!, ¡donde crece el septentrión musgo!.
 Bajo esa peña sentado y abrigado de mísero sayo se adivina la presencia de uno en figura mendicante. Son muchos los que por estas tierras practican la profesión de malhechores, vagos, prófugos y pícaros de jabega, que mañosos de su innoble profesión nublan la razón de los incautos caminantes.
Viendo que solo uno se halla y nosotros siendo más nos dirigimos hacia la peña sin descuidar los hierros y llegando le digo –¿Quien sois vos que vestís harapos roña y báculo?, contestad si es que el idioma del imperio habláis, –el harapiento levantando la cabeza contestó. –Por qué sospecháis de un pobre mendigo que pordiosea y que a la vista muestra su condición, mientras vos siendo soldado procura no parecerlo?. El mendigo solicita dádiva en el pórtico, duerme en los paseos y descansa en los caminos, ¿qué hace el soldado fuera de su guarnición?...
Quedaron todos pasmados de su verbo firme y la certidumbre de sus palabras, entonces, desnudando la mano del mitón le pregunté que casi conminación se trató. Si cierto es lo que decís y vuestra penosa condición os lleva a deambular por los caminos en busca de qué comer, seguro podéis ayudarme a encontrar la villa de Arville. Rápidamente y tornando el gesto el mugroso dijo –¡Santos me guían¡, presto habéis de saber que hacia la aldea Arville vago, dicen que sus avecindados son abundantes en limosna y por costumbre no apedrean a los que como yo solamente imploran y no afanan.
Juan Cano ya había cruzado su mirada con todos, cuando de su boca salió lo que digo –Muda tu báculo en vergajo con el que arrear al burro, que yo arrearé a los dos si el camino descarriáis....





De nuevo estoy aquí, de nuevo paseando por la línea del tiempo de nuestra historia, y es que pasear es muy recomendable. Dicen los galenos que saben mucho de esto que pasear fortalece los músculos, relaja, combate el estrés, fortalece el corazón y el cerebro. Todo eso está muy bien, pero lo que a mi juicio verdaderamente estimula y fortalece es la psique, es decir, el Alma, el Espíritu.
            La gran mayoría de las veces paseamos sin prestar atención a nuestro entorno, edificios, paisajes y monumentos se cruzan con nosotros como ajenos testigos de nuestra presencia. Hoy caminaré por una de las Plazas más populares de Madrid en pleno Barrio de Lavapiés y antesala de la Ribera de curtidores, ¡casi ná!, que diría el castizo. Creo que con estos datos casi todo el mundo se ubica o por lo menos los habitantes de la Villa y corte; estamos en la Plaza de Cascorro.
            Antigua Plaza donde se mataba a los animales, de estas hay muchas en España, y donde hoy se ubica El Rastro, visita casi obligada de madrileños y forasteros, lugar de compras, fisgo, tapeo y chalaneo. Los que habitualmente se acercan por esa Plaza observan entre la marabunta de visitantes la presencia de una estatua la cual, frecuenteme es utilizada como punto de encuentro o reunión de transeúntes emplazados y muchas veces desorientados, “...tío si te despistas quedamos en Cascorro, bajo la estatua, que aquí hay mucha gente...”. Todo el mundo pasa, pero pocos se detienen a mirar quién se alza sobre el basamento.

Un hombre de poblado bigote y paso firme lleva al hombro un fusil con una magnífica bayoneta calada y porta bajo su brazo izquierdo algo muy voluminoso, parece una caja o algo así, además de un gran machete a la cintura lleva atada al cuerpo una gruesa cuerda. Ésta es la peculiar estampa con la que nos encontramos, imagen extraña de un soldado. Pero, ¿qué hace?, ¿por qué lleva atada una cuerda al cuerpo? y ¿qué es lo que lleva bajo su brazo?. Señores transeúntes, interrumpan su marcha unos minutos y escuchen la historia  del “HÉROE DE CASCORRO”, si peculiar fue su hazaña, no menos lo fue su vida.

Estatua de Eloy Gonzalo en el Madrileño barrio de Lavapiés.

 ELOY GONZALO GARCÍA "CASCORRO"

El 1 de Diciembre de 1868 un recién nacido lloraba a las puertas de la Inclusa de Madrid, las monjas que lo recogieron observaron que la única compañía del neonato era una nota en la que ponía su nombre, Eloy Gonzalo García, así se llamaría. Las monjas preocupadas por el destino del pequeño Eloy, lo entregaron a la mujer de un Guardia Civil que acababa de perder a su hijo y se encontraba en disposición de poder criarlo. Las mensualidades para su mantenimiento fueron puntualmente pagadas por las monjas hasta que el muchacho cumplió los trece años, entonces Braulia, que así se llamaba su madre adoptiva, decidió que ya era hora de que Eloy buscase un trabajo con el que contribuir a la exigua economía familiar.
El pequeño deambularía como aprendiz de diversos trabajos, albañil, barbero, carpintero, pero en ninguno tuvo fortuna. Así en 1889 se alistaría en el ejército, concretamente en el Regimiento de Dragones de Lusitania, la dura vida que había llevado agudizaría su ingenio alentando su iniciativa, y en poco tiempo ascendería a cabo. Su humilde carrera militar proseguiría esta vez en el prestigioso Instituto de Carabineros del Reino donde el joven soldado alcanzaría cierta estabilidad, pues era un hombre bien parecido y no tardaría en encontrar novia. Cuando todo parecía irle bien al joven Eloy, un hecho le devolvería a su procelosa vida. Cierta noche nuestro soldado se dirigió a encontrarse con su prometida, al llegar pudo ver como ésta se encontraba citada con un Oficial en amorosa actitud, Eloy resolvió la flagrante infidelidad con su arma, con la que amenazó al Teniente valiéndole su expulsión del cuerpo y su internamiento en la cárcel militar de Valladolid.
Nuevamente nuestro héroe llegaba a las puertas del Penal desnudo y portando solo su nombre, había sido desposeído de su condición de militar y su destino sería una larga condena de 12 años. Un hombre joven, sin futuro y sin familia se podría en una  oscura celda, el destino jugaba una vez más en su contra hasta que una noticia irrumpió de pronto en la sociedad Española. El estallido de la Guerra de Cuba.




Este acontecimiento sería la llave que lo liberaría de la cárcel pues ese mismo año el Gobierno ante los acontecimientos que se estaban produciendo en ultramar, decide redactar un Real Decreto en el que ordena una recluta extraordinaria y permite el alistamiento de convictos. Nuestro protagonista no se lo piensa ni un instante y se enrola en el primer reemplazo que lo llevaría a Cuba a bordo del Vapor León XIII desde La Coruña.
 Tras un largo viaje en el que cumple los 27 años, el 9 de diciembre de 1896 llega a la isla de Cuba, concretamente será destinado a la Provincia interior de Camagüey integrándose en el Regimiento de Infantería María Cristina nº 63. La unidad recibe el encargo de la defensa de los diferentes “Blocaos” que se reparten por toda la zona. Los “Blocaos” son fortificaciones aisladas entre sí que cuentan con unidades de artillería e Infantería. El Infante Gonzalo será destinado a uno de los más pequeños de estos Blocaos, el de Cascorro, pequeña aldea situada a más de 60 kilómetros de Camagüey. Este pequeño pueblo rodeado de plantaciones de cañas de azúcar y prácticamente sin valor estratégico, apenas puede mantener su deficiente defensa de las innumerables acometidas de los Mambises que atacan sus posiciones para luego ocultarse en la sabana.

La situación en el Blocao de Cascorro cada vez es peor, los continuos ataques de los rebeldes junto con la insoportable humedad producida por las frecuentes lluvias merma las capacidades defensivas españolas. Aprovechando la situación de desgaste, el 22 de Septiembre de 1.896 más de 2500 rebeldes atacan la plaza con piezas de artillería, iniciando entonces un hostigamiento constante a los tres fuertes que a duras penas resisten el envite. El Capitán Neila que defiende la posición, decide resistir y solicita auxilio al Cuartel General, pero las fuerzas enviadas se atascan en el camino el 5 de Octubre.
Después de semana y media la defensa empeoraba, a los constantes bombardeos rebeldes se unían las enfermedades que empezaban a mermar la salud de los defensores, la disentería y el tifus atacaban a la vez que lo hacían los Mambises, también la falta de munición y comida suponían otro frente al que combatir. Esta situación fue aprovechada por el enemigo para intentar parlamentar con el Capitán Neila y pedirle que se rindiera, su respuesta fue esta:

“He admitido al parlamentario que me envía usted porque creí que, habiéndose desvanecido todas nuestras ilusiones de triunfar, y aprovechando la bondad de España, veníais a acogeros al indulto. Nosotros no nos rendiremos nunca, y no me envíen más recado, o haré fuego sobre el emisario.”

 El tiempo pasaba y las adversidades crecían en su entorno, pero el verdadero problema provenía de dos casas cercanas desde donde se atacaba constantemente las posiciones Españolas. Este lugar suponía una continua amenaza que había que cortar si se pretendía aguantar la posición y ya casi no quedaba tiempo. Una de ellas pronto fue desalojada en un rápido contraataque pero aún quedaba otra. Aquí comienza la verdadera historia de nuestro protagonista, y que dará luz a su efigie.

El Comandante de la Plaza el día 5 de Octubre decide que la única solución para romper el asedio sería realizar una incursión suicida en el Cuartel General enemigo, para lo cual un hombre dispuesto a morir debía prenderle fuego. Así por la tarde el Capitán Neila tras reunir a los soldados propuso la descabellada acción a todos los allí presentes, y solicitó un voluntario. De todos ellos un joven dio un paso al frente, se trataba de Eloy Gonzalo García, el madrileño se propuso como voluntario para realizar la mortal hazaña pidiendo únicamente y ante la certeza de su muerte, que se le atase una cuerda alrededor del cuerpo para que si fallaba en el intento y moría pudiera ser recuperado su cadáver y honrado convenientemente por sus compañeros.
Al anochecer salió nuestro héroe vistiendo la imagen que rememora su estatua, fusil al hombro con la bayoneta calada, una antorcha en la mano derecha y una gran lata de petróleo bajo su brazo izquierdo. Rodeándole el torso y la cintura un gran cordel cuyo extremo quedaba en las manos de sus compañeros a modo de cordón umbilical que le unía a la muerte. Como una sombra se dirigió hasta el edificio Miguel Hernández, tras unos minutos de silencio éste comenzó a arder convirtiéndose en un infierno del que huían los rebeldes ignorantes de que Gonzalo eficazmente agazapado los esperaba para abatirles con su fusil.
El Capitán Neila envió entonces un pelotón al rescate de Eloy al cual trajeron incomprensiblemente salvo hasta sus posiciones, habían traído al ya Héroe de Cascorro. Al día siguiente llegaron los refuerzos comandados por Jiménez Castellanos, pero la amenaza había desaparecido bajo las llamas de aquel edificio y como el fuego la noticia llegaría a Madrid donde pronto pasaría de boca en boca. Aquella gesta no significó nada en una guerra destinada al fracaso, tampoco se trató de una gran batalla que consolidara grandes fines estratégicos pero el pueblo de Madrid de donde procedía el infante tomó a éste como la representación del triunfo y el heroísmo desde la humildad y un ejemplo a seguir. Su hazaña se contaría una y otra vez.



El 5 de Junio de 1902 el Rey Alfonso XIII descubrió la estatua de Eloy Gonzalo en la Plaza de Nicolás Salmerón y desde entonces los Madrileños la conocieron ya siempre como la Plaza de Cascorro, uno de los héroes más populares de Madrid.





EL HÉROE DE CASCORRO EN EL CINE...

"HÉROES DEL 95", película Española rodada en 1947, dirigida por Raúl Alfonso y protagonizada por Afredo Mayo y Jorge Mistral entre otros.











EL CICERONE MENESTEROSO. "UN TERCIO DE RELATOS".

Entonces ya éramos siete,
dos Borricos,
un Mendigo,
un Caballero descabalgado,
el Manco de tres dedos,
Cano,
y el hacedor de este entramado.


Delante el Mendigo dirige,
si la ruta deshace,
detrás Cano con el palo
da por cierto que le atíce.




POR JORGE J. HERVÁS GÓMEZ-CALCERRADA.

A la señora de pies inquietos....