Seguimos adelante, recorro camino y vida, mengua uno a la vez que la
otra, inquietante proporción que no amilana al soldado viejo pero intuyo turba
las ansias impúberes de otros. Claro, que nada decrece si antes no ha espigado
ya, todo se yergue a lo que puedo alcanzar con la punta de mi espada,
arboledas, mieses, y nubes armadas de impía humedad amenazan a hombres y
pólvora por igual, y digo impías sólo en ocasiones ya que dicha y desgracia del
cielo vienen.
Sol, luz y
claridad son arrebatadas a duelo por la penumbra que envuelve en su capa todo
el paisaje, en esto, cuidamos más por cobijar el pan del arcabuz que de
alimentar al hombre. Cual manada boba seguimos la dirección que se nos da,
rezando por llegar a ver tejados donde sustentarnos, pues ya es conocido que
los soldados del Imperio derecho a manducatoria y posada tienen a su presencia, pero
ni tejado ni sustento llega a su tiempo, por lo tanto, mal tiempo acostumbra para
todos.
Sigo prevenido de la presencia del joven que no ceja en observarme de vez
en cuando, mientras, se ordena parar. Gozosa orden, si bien no más que otras.
Como todo en armas tarda en organizarse, y lo que pareciera revuelo se torna
por obra del Tambor en ciencia, así los
Doctores de la espada, los Académicos de la pica y los Bachilleres de la daga,
en un instante quedan parados donde la superioridad ha determinado. Quedo yo
con otros bajo un árbol tomando como asiento una roca tupida de verde musgo.
Juan Cano que a mi lado se
encuentra, comienza y es su costumbre, a hablar de lo sediento que se halla - ¡Pardiez!, ni un solo soplo de líquido entra en mi boca desde que salimos de
aquel maldito predio, con un cuartillo de vino ya me aliviaría yo - y
continuaba su desdicha diciendo - presentaría mi pobre estampa en los infiernos
por un poco de vino.-
El jocoso corral en que se había convertido el grupo rió hasta que mi voz irrumpió en la
escena esgrimiendo la siguiente plática:
- Conozco cierto
hecho de un solado que sirvió en pretéritas famas a las nuestras, en el que
contaba que cercano al camino del Milanesado se hallaba una fuente de hasta
tres caños. De dos de ellos, como es costumbre, manaba agua, pero del tercero
surgía abundante un gran chorro de rico vino. Dicen que aquellos que más
sedientos y diezmados de fuerzas al llegar bebían de los emisarios de agua,
regresando prestos a su destino, mientras que los menos aciagos y que llegaban
únicamente para calmar sus yermas virtudes quedaban ebrios y difusos tras haber
bebido una y otra vez del caño de Baco. Así quedaban sin poder precisar su
origen y perdidos no regresaban jamás.
Todavía soldados ebrios y sin
destino vagan en busca de su mesnada, puesto que un caño es el Origen, otro el
Destino, y el tercero sólo es Fatigosa Deambulación, ¿qué Caño quieres Cano?...
-
El corral
alborozado nuevamente rió, mientras, Cano que escuchaba no sin cierto asombro
mi relato, con sorna aseveró:
- Puesto que el
destino nunca es preciso y para un soldado hoy no es mañana, tengan en cuenta
vuesas mercedes que mi origen siempre ha sido el vino y si elegir tengo, me
quedo con el origen que ya beberé de otras fuentes con menos caños. -
Como vemos el oficio de Bandolero se basaba
principalmente en el robo, el crimen y el hostigamiento de las poblaciones
cercanas, de las que muchas veces procedían algunos de sus instigadores.
Realidad muy lejana de las abultadas exageraciones y desmedidas fantasías
vertidas en los escritos de la época que tan del gusto fueron de una población
en su mayoría analfabeta y muy proclive a la adoración de atractivos mitos.
A la noche llegamos, la noche que nos oculta de nosotros mismos. Luces y sombras bailan en lienzos sucios, mientras comienza a escucharse el silencio que por conocido no sorprende menos. Las velas se organizan y el fraile inicia la letanía del Santísimo Rosario con algunos de los magníficos hombres de la compañía. Uno tras otro los quince misterios de la Señora son recitados por todos los que escuchan, luego rezos y más rezos, que falta nos hacen ¡Vive Dios!, que el caballero Español callado reza y combate, combate y reza, habla la espada y el alma crece.
Tras santiguarme, vuelvo mi figura del lado que más certero sea para asir mi Vizcaína....
ASALTO AL MITO.
Así es, me encuentro emboscado tras una peña que me
oculta de ustedes. Seguramente pueden imaginarme vistiendo calzón hasta la
rodilla, pañuelo y manta al hombro. En la faja una buena “Faca” mientras cojo
fuertemente un gran trabuco. De esta guisa me dispongo a asaltar el carruaje en
el que viajan los mitos más románticos, y estereotipados de la cultura popular
española. Los Bandoleros.
Con mi asalto pretendo desvalijar a estos personajes de
sus leyendas ideadas de forma fantasiosa en los Pliegos de Cordel, por
escritores y poetas de escasa categoría intelectual que pretenciosamente
exageraron la vida Bandoleril, vertiendo sobre sus actitudes mentiras y
virtudes que envueltas en romanticismo han llegado hasta nuestros días como una
verdad casi imperecedera.
Debo reconocer que a mí siempre me han gustado los
personajes épicos y si pertenecen al imaginario patrio aún más si cabe, pero en
el caso que nos ocupa las distorsiones que de ellos se han hecho por parte de
escritores y poetas sobre todo extranjeros para adecuarlos a los gustos románticos
de la época, han favorecido poco su conocimiento, propiciando así una idea
inadecuada de ellos.
Su verdadero conocimiento les llevará a distinguir lo
real de la ficción, por lo tanto a disfrutar de ellas a partes iguales. De esta
manera, paso a presentarles a los protagonistas de mi historia, que en esta
ocasión es real como la vida misma.
Aquellos fugitivos que fueron reclamados por la justicia
mediante un Bando, se convertirían en Bandidos, Proscritos, Salteadores de Caminos,
Forajidos, Facinerosos o Dronistas como se les denominaría en Germania. También
se les llamó Caballistas en Andalucía, y Trabucaires en Cataluña. Todos ellos
no serían más que vulgar delincuencia en cuadrilla, que actuaron delinquiendo
contra las personas y sus bienes, con la única intención de enriquecerse.
Pero para poder entender el bandolerismo en España hay
que viajar a su origen, y determinar los factores que lo propiciaron.
En la España decimonónica las desigualdades sociales, la
pobreza derivada del atraso endémico y el inadecuado reparto de las tierras en
algunas regiones, serían determinantes en su aparición. Otros factores como las
diferentes Guerras Civiles que asolaron a la población, la deficitaria red de
caminos y sobre todo la abrupta orografía que facilitaba el ocultamiento de las
Partidas, permitieron y fomentaron su aparición.
Con este panorama todo aquel hombre desarraigado a causa
de las guerras que acuciaron el reinado de Isabel II, que acostumbrado al
peligro y a la vida fatigosa de la guerrilla, vio en ese modo de vida una forma
de escapar de la pobreza y el aislamiento social sin tener que trabajar en las
labores ingratas del campo, rentabilizando las habilidades y conocimientos
adquiridos. Convertirse en bandolero les permitía, además de no trabajar, ser
temido por parte de todos, proporcionándoles el respeto y la admiración de
aquellos que veían como una cualidad el fácil enriquecimiento.
Muchos hombres fueron llamados a formar parte de las
cuadrillas y partidas que se extendieron por toda la geografía española, y
sobre todo por aquellas en las que lo abrupto del terreno les permitía dar el
golpe y ocultarse rápidamente. De esta forma los caminos se llenarían de
malhechores que crearon un clima de inseguridad insoportable sobretodo en las
zonas rurales. Los caminos y sierras serían el dominio de Bandoleros
legendarios como El Tempranillo, El Lero, Diego Corrientes, Los siete niños de
Écija, Miguel Villegas, Jaime El Barbudo, Los Llandres de Pou, Ramón Pujol,
Jaume Batlé, El Bote, El Chato de Benamejí, Caparrota, etc.
También se unirían a las partidas otros de diversa
procedencia, prófugos, desertores del ejército, fugados de las cárceles y en
general todos aquellos que por otros motivos se encontraban fuera de la ley.
La situación en el campo era cada vez más precaria, los
propietarios de fincas, terratenientes y campesinos por igual, se encontraban
en manos de los asaltantes que con total impunidad golpeaban una y otra vez sus
propiedades. Viajar por España en aquella época se convertiría en toda una
aventura que algunos cronistas extranjeros relataron, sería el caso Teófilo
Gautier que en 1840, escribió: " un viaje en diligencia, que sería la cosa
más normal del mundo en cualquier otra parte del globo, se convertía en España
en una auténtica aventura porque se podía adivinar cuándo salías pero nunca cuándo
llegabas o, lo que era mucho peor, si finalmente arribarías sano y salvo a tu
destino; uno pone en peligro a cada paso su vida (...) porque tenéis adelante
los facciosos, los ladrones".
A modo de comparación citaré dos textos en los que se diferencian
con claridad los límites de una literatura desmesurada y otra más ajustada a la
realidad, escritas ambas por viajeros extranjeros que anduvieron por los
derroteros de nuestra geografía. En la primera Prospero Merimée dice de El
Tempranillo:
" Si asalta una diligencia da a las señoras la mano
para bajar y cuida de hacerlas sentar cómodamente a la sombra, por que la mayor
parte de sus hazañas las lleva a cabo de día. Nunca dice un juramento, ni una
palabra grosera. La trata por el contrario, con miramientos casi respetuosos y
con una finura natural que jamás desmiente. Cuando saca una sortija de la mano
de una mujer, dice: “¡Ah, señora!, una mano tan bella no necesita adorno. Y,
mientras hace resbalar el anillo por el dedo, besa la mano con tal devoción que
haría creer, según la frase de una dama española, que el beso tenía para él más
precio que la sortija. Cogía ésta como una obligación, pero el beso lo
prolongaba. Me han asegurado que siempre deja a los viajeros dinero suficiente
para llegar a la ciudad más próxima y que nunca rehusó a nadie licencia para
conservar una alhaja que le fuera preciosa por su recuerdo.”
Tras su lectura queda claro que el autor nos presenta al
Tempranillo, como un ejemplo de virtudes, de educación refinada y adalid de la
justicia. Cabe reseñar que Merimée siguió enviando crónicas del Tempranillo
hasta después de pasados siete años de su muerte, éstas fueron presentadas como
recientemente producidas, lo que da una idea de lo rentable que fue el
personaje.
Como contrapunto, otro relato, esta vez escrito por el
inglés Samuel Edgard Cook evidencia lo alejado del romanticismo que fueron las
acciones del legendario Bandolero, el cual trata a sus víctimas de una forma
muy diferente y más ceñidas a la realidad:
“A mediodía ordenó que se matara un cordero y que se
diera de comer para lo que todo el grupo se sentó junto; después de comer una
de las escenas características de estas gentes tuvo lugar. La excitación, que
en los países del norte hubiese terminado en peleas y borracheras, con esta
raza de semiafricanos tomó otros derroteros. Algunas de las damas que
pertenecían al grupo estaban en inminente peligro, cuando se vieron salvadas
por la voluntariedad de ciertas solteras que se acercaron y se ofrecieron para
el sacrificio, suplicándoles que dejaran de lado a las señoras casadas. Los
ladrones estaban tan contentos con su conducta que no se quedaron con sus
pertenencias sino que les hicieron regalos como recuerdo de la aventura.”
En el segundo relato escrito por Edgard Cook, y recogido
por Emilio Soler, se puede apreciar una imagen más real del Bandolerismo que
asolaba las tierras españolas, mientras que en el primero se nos presenta un
personaje, El Tempranillo, a modo de un Robin Hood que imparte justicia social,
enamorando a las damas con una exquisita educación y notable galantería. Además
se les atribuían otras virtudes no menos endulzadas por las cuales los
Bandoleros resultaban ser, cultos de bella estampa y hasta de origen noble.
Puede decirse que todo ello es falso, pues todos en su
gran mayoría fueron integralmente unos analfabetos de tomo y lomo, de ínfimo
origen social y cualidades humanas en completo desacuerdo con el mito
literario, lo que les descartaba radicalmente como amorosos pretendientes de
Duquesas, hijas de Corregidores y otras bellas damas como se contaba.
Tan solo Juan Caballero “El Lero” dejó escritas unas
memorias, y se sabe que otro bandolero llamado “Caparrota” procedía de noble
cuna, siendo hijo del Marqués de Casa Vieja. También el conocido Luis Candelas,
al que algunos conocen como culto, no poseyó mas que una instrucción bastante
deficiente.
Por cierto, ningún fantasioso escritor utilizó en sus
historias el verdadero apodo de El Tempranillo, al cual se le conocía “Medio
Peo”, sobrenombre muy alejado de lo poético con que se presentaba al personaje.
Por último les hablaré del conocido Bandolero Francisco
López Jiménez, más conocido por “El Barquero de Cantillana” o Curro Jiménez. ¿Les suena?, pues
he de decirles que fue más famoso por sus andanzas por las pantallas de
televisión gracias a la imaginación de los guiones, que por las fechorías
perpetradas en los alrededores de la sierra de Cazalla y Sanlúcar la Mayor. La
nueva imagen a la que fue sometido por los guionistas hizo que hostigara en la
Guerra de la Independencia a los Franceses y hasta a los Cien Mil Hijos de San
Luis. Pues nada de todo esto es cierto, ya que ambos personajes llevaron vidas
muy diferentes.
He de decirles que después de desvalijar esta diligencia,
sigo vistiendo como dije al principio, me gusta ésta estampa, me gustan las
sierras, las navajas de siete muelles y las historias de bandoleros, que le voy a hacer. El Western Español, donde los buenos siempre han sido los
malos... muy habitual en mi querida Patria.
"LA FUENTE DE LOS TRES CAÑOS"
A la noche llegamos, la noche que nos oculta de nosotros mismos. Luces y sombras bailan en lienzos sucios, mientras comienza a escucharse el silencio que por conocido no sorprende menos. Las velas se organizan y el fraile inicia la letanía del Santísimo Rosario con algunos de los magníficos hombres de la compañía. Uno tras otro los quince misterios de la Señora son recitados por todos los que escuchan, luego rezos y más rezos, que falta nos hacen ¡Vive Dios!, que el caballero Español callado reza y combate, combate y reza, habla la espada y el alma crece.
Tras santiguarme, vuelvo mi figura del lado que más certero sea para asir mi Vizcaína....
Muy interesante, gracias.
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