LA ENCAMISADA

http://laencamisadadejordi.blogspot.com.es/ LA ENCAMISADA..."PASA REVISTA A LA HISTORIA".

martes, 11 de marzo de 2014

SALVAR AL SOLDADO CULTURA.

EL VIVANDERO. "UN TERCIO DE RELATOS" (IX).

      Mis pasos engullen destino y carne, el hambre convertida en escudero nos recuerda cada poco tiempo su fatigosa presencia menguando memorias y estómagos. La barriga llega a convertirse en cabeza, si bien la una aliviada de sombrero se contenta, no así el infortunado estómago que solo a base de pan se sacia. Mientras todo pasa  esperamos la pobre ración que borre la presencia de la ferviente compañera.


Llegan dulces noticias que no a muchos días pudiéramos llegar al Étape donde abundante manducatoria se reserva a nuestras ganas, haciendo que el ánimo se adelante a todos. Como sabéis yo desconfío de los rumores más que de la espada hereje, pero ¡pardiez!, el estómago pesa en este instante más que la testa, así pues quedo víctima voluntariosa de sus mandobles.
Apenas llegado el orto un joven muchacho se acerca presuroso hasta el fuego donde nos hallamos, dice portar encomienda del Furriel Mayor para que yo a su presencia me llegue. Todos los infantes presentes dejan caer el ala de su sombrero con la intención de ausentar sus rostros. No es la primera vez que de mi persona se interesa alguna cosa del mando pues las intenciones son tan viejas como yo, así pues envaino la ropera y diríjome tras el comisionado. Atravesando el tumulto me presento en reverencia ante el Furriel Pineda, el cual convenientemente espigado y haciéndome  ver su espalda me invita a pasar bajo los lienzos de su morada.
-Os preguntaréis por qué os hecho llamar, aunque a vos creo que el motivo poco le inquieta teniendo en cuenta su fama, ¿verdad?. -dijo el furriel mientras se rascaba la sucia pelambrera.
       -Soldado soy desde hace tiempo y mis destinos los dejo correr a cuenta de las jerarquías que me gobiernan, así pues no suelo preocuparme más por ellos que de mi persona –respondí. 
     Entonces el Furriel se giró y mirándome dijo -: Como sabe vuestra merced uno de los enemigos de los soldados del Rey es el hambre, éste ataca todos los días sin descanso y es obligación mía mitigar sus acometidas, pues bien, es necesario que vos y los infantes que a su disposición toméis den escolta a cierto Vivandero para que sin mal ni demora pueda traer hasta nosotros sus productos y así asegurar la pitanza de las escuadras. Será necesario que lo recojan en la aldea de Arville y lo traigan hasta aquí por las inseguras y emboscadas veredas de estas tierras. Es hijo de Francia y toma por nombre Alvar de la Provenza. Tienen licencia directa del Maestre de Campo que conoce el asunto.
Ya no necesitaba más por conocer, otra vez el acero me acompañaba. Reconocer debo que el asunto era de mi gusto ya que soy hombre de acción y no de relajo, ahora mi mente solo pensaba en distinguir cuál de los hombres de mi confianza me llevaría. Seguro lo haría Juan Cano, la misión concreta me aseguraba su fervorosa ayuda. La presencia de las viandas afianzaba su fiel traza apartándole de sus notorias ganas de gozosa evasión. ¿Los otros?, pues para que pensar más, los compañeros de habituales encamisadas.
 Al llegar se encontraba Cano descalzo de una bota, con la pezuña airosa y un dedo casi lisiado a causa del camino. -¡Pardiez!, no es posible que dedo tan parvo pueda provocar más dolor que una cuchillada, pareciera que un hurgón me atizara a cada paso. –dijo llevándose casi la zarpa a la nariz.
-Temo amigo que tus males acabarán con la proposición que llevo. El Furriel dispone dar escolta a un Vivandero, o mejor dicho a sus viandas, uno y otras deben llegar sanos hasta el campamento, así pues calza pie y espada que esta noche salimos sin demora. –dije mientras observaba su postura.

    -¿Viandas decís?, os aseguro que mi vida dejaré en su custodia, mi alma en su bálsamo, mis fuerzas en ello, que de tan grande encargo jamás fui comisionado. Certero habéis de estar que no habrá momento en que cerca de tan sabrosa mercadería no me encuentre y ¡Vive Dios! que a nadie he de dejar sustraerla -.dijo Cano mientras calzaba repentinamente su desnudo pie...


   Andaba yo bastante tiempo rumiando cual sería mi próxima encamisada, mi cabeza por momentos desconectaba y se quedaba con el pensamiento puesto en una historia para después como si de un televisor mal ajustado se tratase, desconectar súbitamente y volver a la realidad sin haber podido determinar cual sería. Reconozco que en mi mente se esparcían multitud de temas que me apasionan, a unos los desechaba por ser demasiado conocidos temiendo que su lectura resultara aburrida, y más en estas redes de dios donde el párrafo largo asusta al lector de pantalla táctil. Otros me parecían que debía reservarlos para otro momento no sé muy bien por qué. En esto estaba cuando me llamó la atención el estreno de una película. Hacía tiempo que no iba al cine y me pareció una buena ocasión. A mí siempre me ha gustado el cine. En los tiempos de noviazgo (este palabro asusta ahora más que la Bicha) llegaba a sentarme en las butacas hasta en dos ocasiones por semana, pero ahora reconozco que mi presencia en las salas enmoquetadas ha menguado tanto como mi flequillo.
Pues bien, la película en cuestión se llamaba “MONUMENTS MEN”, dirigida por George Clooney presentaba un elenco (toma otro palabro antiguo) de fantásticos actores que, a mi juicio, junto con el tema que trataba resultaba más que tentador. Matt Damon, Cate Blanchett, Bill Murray, John Goodman entre otros formaban parte de la cinta que trataba como tema principal la incursión en plena Segunda Guerra Mundial de un Batallón Norteamericano formado por  directores de museos, artistas, arquitectos, conservadores e historiadores del arte.  Con este peculiar grupo se pretendía entrar en la Francia ocupada e intentar rescatar las obras de arte del expolio Nazi evitando su destrucción o desaparición, y si era posible devolverlas a sus legítimos dueños.

Más que una película bélica resulta una llamada de atención sobre la importancia del patrimonio histórico, el legado cultural y los logros de la humanidad, que en ocasiones se ven en riesgo de desaparecer llevándonos irremediablemente a la pobreza cultural por tratarse de bienes irreemplazables. La historia se basa en hechos reales, lo que de inmediato hizo que mi mente conectara de nuevo y me llevara a redactar la presente Encamisada, que contaría esta vez cómo se intentó preservar el legado histórico en plena Guerra Civil Española.

 ESPAÑA 1.936. EL PATRIMONIO HISTÓRICO EN PELIGRO.

      Todo conflicto bélico conlleva una pérdida irreparable de vidas, de pronto todo deja de tener valía llegando al convencimiento de que si la vida deja de tener importancia lo demás pasa a ser solo una consecuencia irremediable de los propósitos casi siempre políticos que se pretenden alcanzar. De esta manera sus atroces consecuencias se ceban además de con la vida en sí misma, con la propia existencia humana y en definitiva con sus logros.  Uno de sus efectos menos conocidos es el expolio, deterioro o destrucción del patrimonio histórico.
Iniciada la Guerra Civil Española el fanatismo del Frente Popular llevaría a multitud de milicias al expolio y destrucción de edificios singulares, bibliotecas y obras de arte. Una de sus puntas de lanza sería el ataque a la Iglesia Católica a la que se odiaba por representar un referente de la España más tradicional, en su enfurecida acometida se quemarían edificios y templos de los cuales se sustrajeron gran cantidad de obras de arte, otras quedarían deterioradas o destruidas.
     Como consecuencia del inicio del conflicto el orden público comienza a deteriorarse gravemente, el gobierno de la República desbordado por los exaltados acontecimientos que empiezan a producirse se ve en la obligación de proteger el tesoro histórico. Así en un intento de preservar el Patrimonio, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes ordena la creación de la Junta de Incautación gobernada por diversos intelectuales y artistas. Desde ese momento comienza a trabajar en la incautación, traslado, restauración y elaboración de catálogos. Esta labor  llegaría a ser muy dificultosa en ocasiones por la negativa de multitud de jefes o responsables de las milicias a desalojar los edificios singulares que ocupaban o a entregar las obras de las que se habían apropiado.

      No cabe duda que la labor realizada por la Junta en los primeros inicios fue muy importante pues se trasladaron abundantes cantidades de piezas de gran valor histórico en riesgo de destrucción o desaparición al interior de la Basílica de San Francisco El Grande y al Convento de las Descalzas en el centro de Madrid. Se comenzaba a trabajar de una manera más organizada y a un buen ritmo, pero pronto llegarían las desavenencias entre los responsables de la Junta y el Gobierno, pues los primeros se mostraban más preocupados por preservar las obras por su valor artístico y los segundos más por su valor económico, se sabe que Negrín ordenaría al acopio de objetos artísticos de gran valor con la intención de asegurar los medios económicos en el caso de ser derrotados y tener que marchar al exilio.
      En este contexto, a pesar de los esfuerzos de algunos en salvar el legado histórico, una gran cantidad de obras de arte fueron robadas, destruidas o dañadas, desaparecerían multitud de colecciones de monedas antiguas de los museos, algunas de las cuales se fundirían, también serían sustraídas las alhajas depositadas en los montes de piedad y en algunas casas particulares. De la misma forma importantes bibliotecas fueron despojadas de valiosísimos libros incunables y primeras ediciones. 



MUSEO DEL PRADO

   Avanzada la contienda el gobierno cambia, se nombra como presidente a Largo Caballero, el cual a su vez nombra como Ministro de Instrucción Pública al Comunista Jesús Hernández. Dos meses después las tropas nacionales ya se encuentran a las puertas de Madrid y se tiene casi la certeza que la ciudad caerá en sus manos en cuestión de pocas horas. Entonces la preocupación se centra en proteger el Museo del Prado de los inminentes bombardeos de la aviación Nacional. En ese momento el museo ya había sido destinado a almacenar gran cantidad de obras de arte que junto con las colecciones propias suponía toda una joya artística mundial.
 
 El Gobierno ante la amenaza de la caída de Madrid decide trasladarse a Valencia donde fija su residencia ordenando mediante Decreto que el tesoro de El Prado lo acompañe, justifica esta medida aduciendo que es lo más conveniente para protegerlo de los apremiantes bombardeos. En principio puede parecer que la medida resultaría la más propicia a los intereses del patrimonio albergado en El Prado, pero no se justifica ya que el museo siguió refugiando durante toda la guerra gran cantidad de obras por considerarse un lugar seguro. Además otra razón para evitar el traslado a Valencia sería la posibilidad totalmente viable de su depósito en la Cámara subterránea del Banco de España, una de las mejores del mundo destinada a la protección de obras artísticas, entonces, ¿por qué el Gobierno de Largo Caballero decide trasladar las obras hasta Valencia?.

     Esta es una pregunta a la que diversos autores han pretendido dar respuesta, pero lo que está claro es que el traslado se produjo, y éste sí supuso un riesgo de considerables proporciones ya que las precarias condiciones en que se realizó pondrían en un gran peligro a las obras. Además el riesgo de bombardeo esgrimido como justificación para su traslado a Valencia aumentaba sustancialmente durante el camino donde los transportes eran un blanco fácil de la aviación, en ocasiones estos se alojaban en polvorines o cercanos a objetivos militares. Si a todo ello unimos la deficitaria red de carreteras la cual como es de suponer se encontraba maltrecha por los efectos de la guerra y a merced de fáciles emboscadas, llegamos a la conclusión que la medida tomada más que una salvación supuso un temerario error. 
     Para hacerse una idea de las condiciones en que se realizó el traslado cabe describir cómo en un primer Convoy en el que viajaba el famoso cuadro de “Las Meninas” de Velázquez, al llegar al Puente de Arganda tuvo que detenerse de manera estrepitosa al percatarse a tiempo los conductores de que la estructura superior del puente era más baja que la altura de la carga de los camiones, teniendo entonces que descargar las pesadas piezas y viéndose obligados en ocasiones a utilizar rodillos bajo las cajas dada la gran altura y peso de alguna de ellas.
     
 Cierto es que los bombardeos sobre Madrid se producirían ente los días 14 y 16 de Noviembre como consecuencia del fracaso de las tropas sublevadas a acceder a la ciudad por tierra. Los bombardeos comenzarían el día 14 la zona de Atocha y en las fechas posteriores serían atacadas la Ciudad Universitaria y el Congreso, de esta manera con la intención de arremeter contra la legación de asesores Soviéticos hospedados en el Hotel Savoy, el día 16 se lanzarían varias bombas incendiarias y explosivas. Trece de las bombas incendiarias caerán en la zona del Paseo del Prado impactando nueve de ellas contra los muros del museo lo que produciría la rotura de cristales y daños en los cerramientos de las puertas, si bien no se produciría ningún incendio de consideración. Pronto la propaganda republicana usaría este acontecimiento a su favor esgrimiendo que el ataque se había producido con la intención clara de afectar al museo pretendiendo su destrucción. Cuesta creer que fuese así, pero éste sería el pretexto más eficaz para el traslado que en breve comenzaría.

       Las consecuencias de los bombardeos además, claro está, de las perdidas de vidas humanas, y en cuanto al tema que trato serían diversos daños en edificios importantes como el Ministerio de Fomento, la Iglesia de San Sebastián, la Biblioteca Nacional o el Palacio de Liria y otros que se convertirían en blanco de la aviación por utilizarse como sedes o cuarteles de las milicias republicanas.
Existió una gran preocupación por el destino de las obras evacuadas desde Madrid, la posibilidad de que muchas de ellas salieran al extranjero y desaparecieran era una constante inquietud, también existía la posibilidad que algunas de ellas fueran utilizadas por el Gobierno del frente Popular como pago a los créditos que Stalin recientemente les había concedido, aumentando las dudas sobre las intenciones por las cuales se llegó a acumular tan ingente cantidad de obras de arte, monedas y joyas. Es de justicia resaltar que si bien las grandes obras pictóricas no eran un producto valido para ser vendido en el mercado precisamente por tratarse de obras universales y fácilmente reconocibles, si lo hubieran podido ser otras muchas muy apetecibles para ser adquiridas por coleccionistas particulares. 
         La conclusión es que después de este periplo la mayor parte de las obras pudieron salvarse y hoy pueden disfrutarse por sus legítimos dueños, la Humanidad, de la cual yo formo parte. 
        Me gustaría finalizar con una frase de la película que cito al principio “MONUMENTS MEN” que resume muy bien todo lo dicho anteriormente:


“Pueden exterminar a toda una generación, arrasar sus casas y aún así el pueblo se repondría. Pero si destruyen su historia, si destruyen sus logros es como si nunca hubiera existido”







EL VIVANDERO. “UN TERCIO DE RELATOS”



Los elegidos de este incierto lance serían para mi ventura, Enrique de Aznalfarache hombre enjuto de pellejos mil zurcidos, embozo y certero hurgonazo, de  verbo sucinto solo sentencia para ratificar a su espada. Otros, Julián Calatravo, hidalgo de mecha fácil al que le faltan dos dedos de su mano izquierda, la lleva siempre vestida de un moquero que deja ver su tridente digital, es decir, sus tres dedos. También a otros dos los llevo, a uno por diestro y a otro por zocato, el último con su mano inversa esgrime del lado que no se espera el acometimiento, confundiendo las arrancadas del otro que no encuentra por donde le llega el zarpazo de la daga.
 El primero, diestro tanto en la espada como en el arcabuz, Vascongado de corcova ancha y de manos, las cuales nunca se hallan desarmadas, pues a falta de espada sus dedos forman gavilanes y cazoleta con los que acomete en violentas empuñadas. Ambos se hacen llamar Santiago Acuña y Rafael de Estrada.
Ya formada la quinta, ya formado el cortejo, ya la noche llegada, ya el sosiego inquieto, un caballo al caballero y un pollino cargado de aperos, esta es la estampa de cinco caballeros que nunca lo fueron. Comienza la épica del puchero, soldados de la carne y el queso, ¡QUÉ PENA DEJAR LA VIDA EN ESO¡

Por Jorge Hervás Gómez-Calcerrada.